Saber que no poseo me inspira,
Me dispone de un modo atroz melodramático
A la llamada alucinada de la entrega
A considerar las ausencias como despojos
A hacer del tiempo una aritmética caprichosa
A tomar toda madeja hirviente de pedazos del vacío
Mezclando hilachas y jirones, trocitos y recortes
-hasta pelusas ínfimas-
Que con el mismo amoroso modo de antes haber sido tan de lo lleno,
Luego salen y entran, impunes, y sostienen y retienen, incólumes,
La invictoriosa totalidad en una danza acumulativa
Es el tiempo, su mágica irreverencia,
Que invita a pedir entrevista con el hastío,
Como si de poder planificar un resguardo precioso se tratara
O de dar la oportunidad, precisa, preciosa, primera,
de escuchar
Como si pudiera, me atreviera, osara, atizara
-sentada de cara a la ausencia de la suya-
pedirle a su majestuosa arbitrariedad del ritmo
que me informe, confirme, pronostique
en qué consisten las varas del destino
Y así planificar la trayectoria de cómo desandarle
Desmenuzarlo de las voces de otros tímpanos
Trepar a lo más lejano de sus cumbres hipnóticas
con infantiles infinitas ganas, y con paciencia,
Llegar a estremecerlo de su propia seda en mis dedos derrotados