(No trata de la fertilidad)
En el transcurrir de cafés sinsentido
Donde bebe de un trago el olvido
El hombre estéril corre sin mañanas
Hace gala de las resueltas miserias suyas
Y las musas inalcanzables le alcanzan
El lamento de su infantil y triste madejar.
Los demás y los que le olvidan
Le recuerdan las estrías de las ausencias
Por guarecerlas donde se sabe grácil
Por pedir tiempo prestado; por robarlo
Ya no tiene más que guardar en los bolsillos
(salvo lo que era de las fauces)
Mientras resuelve hacer de lo estanco el ovillo
Del madejar sutil y efímero, el espejismo
Peina las muescas el espacio que no alumbra
(He allí el fracaso; del hedonismo).
No empaña con su jadeo fútil
¡Espanta!
Crispa al leve tintineo de las citas
¡Aburre!
Consume placebos de trozos de historias
¡No las comprende!
Recolectando astillas de espejos paternos
(donde jamás ha mirado, ni por compasión)
Su búsqueda vana resueltamente ha roto
El deambular ensimismado del espanto
A través de rotas entrañas otras
Despedaza los tejidos verdaderos
Rehuye obligaciones vinculantes
Destruye la fertilidad del abrazo
Y desde el guiño del estreno falaz
restituye el vacío equidistante.
El hombre estéril
Adora la vitalidad de los frívolos
Añora su vehemencia simple y monetaria
desea ser entre ellos, fugaz desde el capricho
Y con su desprecio decadente
Se lleva triunfal
todo lo que había quedado del verano.