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Miguel Hernández, 1939.
La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma al oírte, bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor. La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre Cuando mamá enfermó hablamos mucho de medicina. A madre le gustaba llegar al fondo de las cosas, al menos hasta donde sus herramientas y posibilidades la dejasen, y de ahí, bueno, ir un poco más. Con el tema del cáncer surgen muchas cuestiones que abren el punto exacto donde se sitúan otros muchos otros puntos, que son sus ‘un poco más’. La (des)humanización de la medicina moderna, la autoridad y autoritarismo de los profesionales de la vida y la muerte, las ambigüedades del papel del Estado proveyendo cobertura al 100% en medicina de alta complejidad y dejando baches en la atención primaria, el entorno y la sociabilidad de los sanos y los enfermos... Hablamos mucho, divagamos sobre temas que no conocíamos, preguntamos, sacamos conclusiones preliminares, nos enojamos con el mundo, sentimos lástima, nos victimizamos, nos empoderamos y nos llenamos de compasión. En el medio de esas charlas pasó más de un año como pasamos del mate común a la yerba orgánica -mamá vio a un homeópata y decidió hacer cambios radicales en su dieta aun cuando ya era tarde en ese sentido.
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